Hace cinco años, con motivo del XXX aniversario del álbum debut «Tracy Chapman» (1988), participé en un eBook «Their Stories With The Debut Album», editado por Aurélie Moulin, y donde se recogen 278 historias y 37 trabajos artísticos, desde 49 países de los 5 continentes. Mi historia con los recuerdos de aquel «descubrimiento» musical es el último del eBook que puedes descargar aquí. La versión en castellano es la que publico aqui.
No supe del disco hasta el año siguiente de hacerse público y desde entonces conmigo viene. Puede que la primera vez que oyera algunas canciones fuera con motivo del concierto homenaje a Nelson Mandela por su 70 cumpleaños, aún prisionero, retransmitido por la BBC con gran escándalo en Reino Unido y Sudáfrica. ¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo olvidar la profunda voz desnuda, a capella, de la canción contra la violencia machista! Lo cierto es que fue en el otoño de 1989 cuando escuché las canciones de Tracy Chapman y leí las letras traducidas de las once canciones del álbum homónimo. ¡Qué bueno, esos discos con letras, traducciones y créditos! Un CD es algo más que las pistas de sonido. Y un álbum debut, es un álbum muy personal. Es arte hecho con corazón artesano.
Fue un año después del lanzamiento cuando disfruté de los acordes de la guitarra y los tonos de la voz. Estoy seguro, ahora, cuando escribo estas líneas años después, mientras «Talkin’ Bout a Revolution» suena al fondo de la habitación y mi memoria recuerda, hoy, que había escrito su estribillo como susurro de despedida a Pasionaria, cuando falleció Dolores Ibárruri en noviembre de 1989, según recogió un suplemento especial de Mundo Obrero, órgano de prensa del comité central del PCE:
«…, y me atrevo a decir, que, como canta Tracy Chapman, ‘Sabes qué/ Están hablando de revolución/suena como un susurro’. Tu último susurro fue el mismo que oíste en Somorrostro: ‘están hablando de revolución’…ESTÁN HABLANDO DE DOLORES»[1].
Quizás no suene Pasionaria, pero su “No pasarán”, de mujer revolucionaria, es universal desde antes, cuando la Guerra de España en 1936, porque entonces como ahora, … «Talkin’ bout a Revolution».
El «siglo corto» estaba a punto de finalizar, y esta canción era un punto de cruz, entre el homenaje al pasado revolucionario y la nueva esperanza de cambio social. Años de cambio, cargados de historia, los años finales de la década de los ochenta.
Hoy, Nelson Mandela y Dolores Ibárruri, Madiba y Pasionaria, ya no están entre nosotros, pero son referentes por su integridad y compromiso al lado de las personas explotadas por su condición racial o de clase. Años de hegemonía conservadora, esos de los ochenta del siglo pasado, con Ronald Reagan aún en la Casa Blanca y Margareth Thatcher en Downing Street, pero también de esperanza porque el pueblo desobedece, porque grita “No”. Como el sufrido pueblo chileno votó no en el plebiscito de otoño de 1988, al dictador Augusto Pinochet, el jefe del pionero escuadrón de los Chicago Boys. También, como en España, el 14 de diciembre de 1988, cuando los sindicatos alzaron su voz desobediente contra el desmantelamiento industrial y el paro juvenil, en la mayor huelga general de nuestro país. Aún, Francis Fukuyama no había proclamado «el fin de la historia», pero el siglo XX se estaba escapando entre las hojas del almanaque personal y colectivo.
Algo quedaba atrás y algo continuaba. Algo moría y algo nacía. Ese era el instante del debut, también del relevo generacional y de género en la música folk. Ese era el aroma de aquel 1988 cuando se publicó Tracy Chapman. Ese fue el perfume de aquel 1989 cuando sonó como un susurro de esperanza Behind of the Wall de acero, they’re talking’ bout a revolution, «Across the Lines» de la Guerra Fría, cuando sus notas y letras hacían de puntadas de hilo sobre el largo tejer emancipador.
Recuerdo también, ahora, el verano de 1989 cuando con la pandilla de amigos de la madre de mi hijo, mi hermana Puerto y Ana, amiga suya, hicimos desde Madrid y ellas desde Santander un viaje en coche a Praga, Budapest y Viena. Lo que no supimos, entonces, hasta que no llegamos a Viena, fue que hacíamos la misma ruta, y en los mismos días, que miles de alemanes y alemanas de la extinta RDA estaban haciendo con sus vacaciones en Checoslovaquia para desde ahí, vía Hungría, «saltar» a Austria, aquella primera quincena de agosto de 1989, cuando aún no había disfrutado del CD. Y qué era aquel turismo itinerante, sino un «fast car» hacia una vida mejor, un «ticket to anywhere», «any place is better», «we won’t have to drive too far», “just cross the border and into the city… Unos meses más tarde caería el telón de acero, … «the fables were changing». Tengo un recuerdo extraño de aquel viaje. Ni Praga ni Viena conocía, pero sí había estado, y varias veces, en Budapest. El desorden que observé en Praga me resultaba excitante, pero no era consciente de lo que estaba pasando hasta que llegué a Viena y leí el periódico El País. Años más tarde, ya con el nuevo siglo, volvería a Praga para manifestarme contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en los años del altermundismo, tras la insurgencia zapatista de los pueblos indígenas del suroeste mexicano. Con el nuevo milenio, el terciopelo se había rasgado, y del socialismo no quedaba ni el recuerdo de La Primavera de Praga.
A la vuelta de ese verano de 1989 fue cuando escuché por primera vez completo «Talkin’ Bout a Revolution». A finales de 1988, tras la huelga general del 14D en España, yo había decidido resetear mi vida y había vuelto a las aulas de la Universidad Complutense para centrarme en mis estudios universitarios tras años de militancia política, y de liberado al servicio del cambio social, de la revolución. Con el nuevo curso académico, en clase de sociología política, el profesor Ludolfo Paramio, disertando sobre la clase obrera, las luchas anti–raciales y los movimientos culturales en Estados Unidos, nos habló de una joven cantautora que era toda una revelación. Entre los apuntes de la clase, anoté el nombre de la cantautora. Fui a comprar el disco –entonces no había Youtube–, y aunque dudé porque también me encontré en el mostrador un nuevo disco, Crossroads, adquirí «Tracy Chapman», el disco inicial. Me llamó la atención la portada seria y la contraportada sonriente; no sabía que dentro encontraría eso mismo, canciones de denuncia y de esperanza.
Tocar el álbum con las manos, rasgar el plástico, colocar el disco en el lector de música, abrir el cuadernillo para poder seguir las canciones en castellano, y así poder comprender mejor lo que me hablaban, es de esos momentos felices de la música en la soledad de la casa. La voz afroamericana femenina impregnaba las paredes, como había escrito Virginia Woolf en «Una habitación propia». Recuerdo escuchar dos veces el disco y desde el primer momento la canción «Talkin’ Bout a Revolution» me atrapó. En aquel tiempo de mi nueva vida, mientras buscaba nuevos horizontes, la canción me vino a recordar el sueño que brotó durante mi infancia en un barrio obrero del norte de España: «… gente pobre se levantará/ y tomará lo que le pertenece…».
Desde entonces «Tracy Chapman» me acompañó los años de formación universitaria, como me acompañó «Songs from a Room» de Leonard Cohen, los cuatro años de instituto, cada noche velada para preparar los exámenes del bachillerato. El álbum debut ha sido la banda sonora de mi retrasada graduación universitaria y, en parte, Tracy, como Leonard en el bachillerato, ha sido «compañera» de estudios y «profesor lector» de inglés a distancia. Nacimos en la misma época, con un año de diferencia, a un lado y al otro del norte del océano Atlántico, y sus canciones, puentes de comunicación, un archipiélago común, son. Afortunados somos porque el esfuerzo de nuestras familias obreras nos permitió estudiar. Y a ese esfuerzo no defraudamos, al menos en lograr la formación universitaria. Recuerdo, ahora, lo pesado que me puse en la adolescencia para que me compraran una guitarra, emulado por la escucha de los discos de mi hermano mayor (Víctor Jara, Lluis Llach, Paco Ibáñez, Serrat, Joan Baez, Bob Dylan, Pete Seeger y mi «profesor particular» de inglés en la adolescencia, Leonard Cohen). Pero no correspondí al esfuerzo familiar, con un escaso salario, para regalarme la guitarra española, y aunque fui a algunas clases, finalmente no progresé, no me discipliné, y la guitarra quedó olvidada, como un jarrón chino, decorando la habitación junto a los pósters. Menos mal que tú sí persististe y nos pudiste regalar esas canciones del primer álbum.
Cuántas noches y cuántos días me ha acompañado Tracy Chapman, incluso en bucle, una y otra vez, hasta casi rayarlo, si la jornada entre libros, papeles y ordenador se prolongaba más allá de las dos horas sin pausa, salvo la combustión del tabaco. Se establecía una atmósfera que me ayudaba a concentrarme en el pensamiento y la escritura, mientras sonaban una y otra vez las canciones forjando un hilo musical continuo e inspirador. Como con «Songs of the Room» del canadiense poeta; como con Viatje a Itaca, de Lluis Llach, … Aun hoy, sigo poniendo el disco, estos discos, cuando me enfrento al papel en blanco. Y creo que, dentro de años, cuando llegue el invierno de mi vida, mi corazón bailará al sonar los acordes de alguna de las canciones, sonreiré mientras toco y abro el cuadernillo del CD, Tracy Chapman, y me imagino tarareando… «Sabes que, están hablando de revolución, suena como un susurro…». O no, porque ya la gente pobre habrá tomado lo que le pertenece. Así espero.
Desde aquellos años finales de los ochenta del siglo pasado a estos días de la segunda década del siglo XXI muchas cosas han cambiado y viejos fantasmas regresan. Hemos visto un presidente afroamericano en la Casa Blanca y un supremacista presidente casi se subleva contra la democracia norteamericana el día de Reyes de 2021. Las guerras y las hambrunas siguen ocupando los titulares de los medios y desangrando los pueblos. «Why?», seguimos preguntando, como en la canción del disco, que me recordaba el póster de mi adolescencia con el soldado cayendo. Persiste la violencia machista pero ya las mujeres son un movimiento imparable. Sigue habiendo muertes inocentes en los colegios, pero la nueva generación se levanta al grito de «sí se puede» impedir la venta de armas. El odio contra el diferente por su orientación sexual o raza ciega nuestras sociedades, pero también cada vez se conquistan más espacios de libertad como Madrid, capital mundial del orgullo en 2016, o la justicia comunitaria que se experimenta en Nueva York. Nuevas primaveras se suceden, y en distintos idiomas, árabe, español, inglés, la gente pobre, las mujeres, los pueblos, gritan… Podemos.
Nosotros hemos envejecido, pero el disco no. Hay canciones de Tracy Chapman que ojalá no hiciera falta cantar hoy, pero desgraciadamente siguen siendo necesarias estas baladas de crítica y de alternativa, de denuncia y de esperanza, mientras que las canciones de amor siempre podremos cantarlas porque forman parte de cada instante de la vida… «Si no es ahora, cuándo/ si no es hoy, entonces». Vamos… como la revolución: If not now, when/If not today, then.
[1] Portada de Dolores vive, suplemento especial de Mundo Obrero con motivo del fallecimiento de Dolores Ibárruri 12- XI – 1989. 250 pts.